La Odisea del Eyjafjalla. Crónicas Volcánicas. Episodio I.

Como algunos ya sabéis he sido uno de los agraciados con la lotería volcánica y la semana pasada estaba en Londres cuando a mi inolvidable "amigo" Eyjafjalla le dió por ponerse a echar cenizas al aire.

Vamos a empezar con una pequeña clase de geografía. El dichoso volcán, que a partir de ahora le vamos a dar trato de amigo y le vamos a llamar Eyja, está situado en la isla de Islandia, y sus coordenadas son 62 grados y 38 minutos Norte, y 19 grados y 36 minutos Oeste. Nuestro amigo tiene una altitud de 1666 metros sobre el nivel del mar, según la Wikipedia. Y aunque uno mira el mapa y parece que está muy lejos Islandia de Inglaterra, pues luego va y resulta que el Eyja está a "solo" 1755 kilómetros del aeropuerto de Heathrow.


Pues resulta que yo me fuí para la capital de la Pérfida Albión el miércoles pasado, ya que el jueves y viernes iba a asistir a un curso sobre justificación económica de proyectos europeos, así que me hice la maleta y me fuí para allá a sumar otra capital europea a mi lista de visitas.

Más o menos a la hora a la que yo salía de Pamplona a nuestro amigo Eyja le dio por hacer esto:

Y apenas dia y medio después empezamos a saber de él en el resto de Europa. A media mañana del jueves, tras uno de los descansos del curso, comento alguien que había entrado en eurpción un volcán y que parecía que podía haber problemas para volar. Antes de que acabara el primer día del curso (a las 16:30 hora inglesa) ya se había cerrado el aeropuerto de Heathrow y los empleados del hotel, en previsión de que eso se alargara no preguntaron a ver si queríamos alargar la reserva para la noche del viernes. Afortunadamente dije que sí y me apunté en la lista.

Tras salir del hotel me fuí con Montse, una chica de Valencia que también estaba en el curso, al aeropuerto para ver que me contaban y el resumen es este: No sabemos nada, no sabemos como van a evolucionar las cosas. Y la verdad es que tenían razón, las pobres azafatas lo único que podían hacer, y lo hacían muy bien, era poner buena cara y repetir lo mismo miles de veces con una amabilidad y paciencia infinita.

Con esto acabo el relato de mi primer día de odisea.
Continuará.