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15 junio 2011

La Odisea del Eyjafjalla. Crónicas Volcánicas. Episodio IV.

Ya hay quien me empieza a reprochar que me esté alargando tanto y yo pensaba: ¿no le ha dedicado George Lucas 6 episodios a una cosa que ni siquiera le pasó? pues entances no pasa nada por que me alargue un poco (no tengo intención de alargarme más que Lucas con la guerra de las galaxias, tranquilos).

Nos quedamos la última vez en que ya estaba montado en el ferry a Dover. Fué tan grande la impresión de saber que conseguiría salir de Inglaterra que por mucho que lo escriba no voy a conseguir explicar lo que sentía.



En un momento de la travesía me subí al puente y le hice esta foto a los famosos acantilados de Dover.

Está impresa y colgada en la oficina con una nota que dice "Saliendo del infierno", lo que me ha valido la mirada asesina de mi jefa, que se crió en Inglaterra. Ya le he dicho que no se preocupe, que la próxima vez que toque ir a Londres se va ella y todo arreglado. Le convenció la idea.

Cuando nos sentamos Miguel y yo en el ferry decidimos hacernos unos carteles con el destino, al más puro estilo autoestopista, por si algun camionero al salir del ferry se apiadaba de nosotros y nos llevaba al menos una parte del camino.

No funcionó pero lo que si que conseguimos con los carteles fué unirnos a una pareja de asturianos y a otra de madrileños que estaban como nosotros, intentando volver de cualquier manera.

Puede parecer una tontería, pero en esas circunstancias cualquier apoyo, aunque sólo sea moral, es muy importante.

La travesía en el ferry fué bastante tranquila, nos sirvió para reponer un poco fuerzas y empezar a hablar sobre el siguiente paso.

La mujer de Miguel, desde Lisboa estaba intentando alquilar un coche en Calais, pero ya antes de mitad del viaje nos (le) mandó un mail diciendo que no había un sólo coche de alquiler en toda Francia, básicamente por que los de los trenes estaban de huelga y había recortes en las frecuencias. Éramos pocos y parió la abuela.

En ese momento quedó claro que la única opción viable era ir en taxi a la estación de tren y tratar de acercarnos como fuera a París.

El taxista que nos llevó a la estación nos ofreció llevarnos hasta Irún al módico precio de ¡2.400 €! salía a 400 por cabeza, que pensado fríamente tampoco era algo desorbitado, el problema era que había que pagarle en metálico y nadie llevaba ese dinero. En realidad creo que si lo hubieramos llevado tampoco lo hubieramos pagado...

Cuando llegamos a la estación vimos que estaba en medio de ningún sitio. La señora de la taquilla nos dijo que la única opción para llegar el sábado a París era esperar una hora al tren que iba a Lille, y allí tras dos horas de espera coger el que iba para París. Decidimos sacar el billete. Con el billete en la mano había cumplido mi objetivo inicial del día: llegar a París a dormir.

Pasadas las once de la noche llegamos a París. Había tardado más de 15 horas en recorrer unos 500 km. A un impresionante ritmo de 33 Km/h. Vamos, lo mismito que Induráin entrenando.

En ese momento habíamos llegado a juntarnos ocho personas con destino a España. Miguel y yo, dos asturianos, dos madrileños y una pareja de valencianos.

Los madrileños viendo el percal, habían conseguido un coche de alquier ¡¡en Ginebra!! así que se iban por libre desde París a Suiza, para allí coger el coche y largarse a Madrid.

Los asturianos habían conseguido un hotel junto a la estación a la que llegábamos, así que quedamos in vernos por la mañana en la estación de la que salían los trenes hacia Irún.

Los valencianos se vinieron con Miguel y conmigo a la estación para comprobar los horarios de los trenes y ver que se podía hacer. A todo esto, la mujer de Miguel había conseguido habitación en un hotel junto a la estación con lo que teníamos cama y ducha asegurada.

En la estación vimos que los trenes salían poco antes de las 7 uno para Burdeos y a las 7 el TGV a Irún. El problema era que los domingos la taquilla no abre hasta las 11... Decidimos irnos a dormir y pegarnos el madrugón por si alguien sensato decidía que con el lío que se había montado era buena idea abrir pronto las taquillas.

El poder ducharme fué algo memorable. A las cinco y media de la mañana nos levantamos, nos duchamos y salimos para la estación que quedaba a un par de manzanas.

Cuando llegamos ya estaban allí los asturianos que nos contaron que había taquillas abiertas, pero no había billetes para el TGV a Irún, con lo que habían decidido ir hasta Burdeos. Tras alguna carrara de taquilla en taquilla conseguimos unos billetes en dirección a Burdeos y nos montamos en el tren.

Dentro del tren el caos era bestial. Gente sentada por los pasillos, perros moviendose de un lado a otro... por haber, había hasta gente sentada en el vater, con la puerta abierta porque no tenían otro sítio donde ponerse.

En el tren fué pasando plácidamente la mañana mientras planeabamos que hacer al llegar a Burdeos. En una de las paradas bajamos a estirar las piernas y estuvimos charlando con el revisor y le preguntamos que como era posible el caos que habíamos visto en el tren. Nos contestó que, además de por lo del volcán, resulta que en los trenes franceses si te montas sin billete sólo te ponen una multa de 5 € además del precio del billete, con lo que en estas situaciones la gente se sube y ya está.

Nos quedamos con una cara de tontos bestial. De haberlo sabido a esa hora estaríamos llegando en el TGV a Hendaya...

Una vez que llegamos a Burdeos vimos que la estación estaba de bote en bote, así que decidimos dividirnos dos nos quedamos haciendo cola en la taquilla para coger billetes a Hendaya/Irún y los otros dos fueron a intentar alquilar un coche.

Después de más de media hora esperando apareció uno de ellos diciendo que habían conseguido el único coche de alquiler que había en todo el sur de Francia.

En realidad, por lo que luego nos contaron ni siquiera ese estaba disponible. Lo que pasó es que era un coche de alquiler que necesitaban devolver a Santander y después de hacer la cola y que les dijeran que no, empezaron a hablar entre ellos en español. En esto, les oye el dependiente y les pregunta ¿van para España? y al decirles que sí les dice que tiene un coche que necesita devolver a Santander. Obviamente les faltó tiempo para aceptarlo. Con ese coche ellos ya estaban a menos de una hora de su casa.

Obviamente, para llegar a Santander había que pasar por Irún, así que decidí que yo me quedaría allí. Al portugués le comenté que desde Irún salen trenes para Madrid, así que para allá nos fuimos los cuatro en coche.

Una vez que cogimos la autopista llamé a casa para que se organizaran para venir a recogerme a la estación de Irún. Después de más de 30 horas de viaje no estaba por la labor de intentar buscame la vida para llegar hasta Pamplona.

Mientras yo hacía esa gestión los otros buscaban los horarios de tren de Irún a Madrid y decidían si parábamos a comer algo por el camino o lo dejábamos para Irún.

Al ver que con los horarios de trenes ibamos muy bien de tiempo, decidimos parar a comer algo en un área de servicio. ¡Que caras son las áreas de servicio en Francia!, eso si, los baños los tenían mucho más limpios que la última vez que tuve que usar unos de un área francesa. El nivel a superar no era mucho, pero estaban bastante bien.

El caso es que poco a poco, y sin mayores novedades llegamos a la estación de Irún un rato antes de las 4 de la tarde. Al poco de pasar la frontera recibí el sms de rigor de Telefónica, y es la única vez en toda mi vida que me ha hecho ilusión.

Ya en la estación compramos el billete para Francia, y mi padre que nos estaba esperando nos hizo una foto a los 4 juntos con los carteles que cada uno habíamos ido preparando. Tengo la foto revelada en casa y le tengo cariño.

El resto ya no tiene nada de particular. Viaje tranquilito hasta Pamplona y mi padre me dejó en casa de mis suegros, dondes me esperaba Bea y la niña (echando la siesta).


Así terminó mi odisea de casi 36 horas para llegar a casa por mis propios medios por culpa de un volcán que hasta entonces nadie conocía.

2 comentarios:

  1. Con razón que no quisieses volver a Londres a ver la final de la champions...

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  2. A mi jefa le he puesto una limitación profesional. Viajo donde quiera siempre que no sea una isla.

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